Fantasia

Mmmmm como me gustaría estar junto a ti ahora…

te contaré como imagino nuestro encuentro como nos lo podrimos montar los dos… imaginatelo tú… te dejaría desnuda solo con el tangita y te sentaría en en borde de la cama, yo me sentaría detras tuya completamente desnudo pero tu no podrias verme solo sentir mi cuerpo desnudo junto al tuyo, luego empezaría a darte aceite por tus hombros mientras te beso la espalda, mis manos se deslizarían por tu cuello y por tus brazos y parte de tu espalda lo que haría que el aceite empezara a gotear por toda tu espalda hasta llegar a tu tanguita y empezara a deslizarse por la rajita de tu culito, entonces inevitablemente empezarías a notar como mi miembro empieza a ponerse duro y a abrirse hueco entre los dos, mientras pegaría mi pecho contra tu espalda suavemente y estenderia todo el aceite por ella y deslizaría mis manos por tus costados llegando a tus tetas de vez encuando desde abajo a arriba llegando a rozar tus pezones con las llemas de mis dedos seguiría así un rato y cuando ya notases que mi polla esta durisima cojería tus tetas con decisión y te pegaría a mi para que sintieses mi cuerpo desnudo y lleno de aceite contra el tuyo, seguiría bajando mis manos hacía tu ombligo y seguiria suavemente hasta llegar a tus muslos donde despues de echarme aceite en las manos empezaría a acariciarlos primero por arriba y luego iria pasando a la parte interior de tus muslos donde de vez en cuando te agarraría suavemente y te empujaría hacia mi, para que sintieras lo excitado que estoy, a la vez que te doy mordisquitos en el cuello, entonces seguiria acariciando el el interior de tus muslos hasta llegar a tus ingles y deslizar mis deditos por ellas intentando colarlos por el filo de tu tanga y acariciar suavemente tu coñito.

Entonces te pediría que te pusieras de pie y yo quedaría sentado en el borde de la cama viendo frente a mi como se mete tu tanguita por la rajita de tu culo, tu quedarías de espaldas a mi y te pediría que te echases un poco hacia delanta apollandote en el respaldo de una silla, luego yo echaría aceíte por tus nalgas y empezaría a resbalar por la parte de atras de tus piernas, estendería todo el aceite de abajo arriba haciendote caricias y dejando que una de mis manos se deslice por el interior de tus piernas hasta llegar a tu coñito y presionarlo suavemente aun con tu tanga puesto y parece estar bastante humedo, tu solo me ves de refilon porque estas de espaldas a mi pero puedes ver que mi polla está totalmente tiesa, entonces comienzo a bajarte el tanga y jugueteando con mi lengua mientras lo deslizo hacia abajo, como estas apollada en la silla y tu cuerpo se inclina un poco hacia delante tu coñito queda frente a mi y creo saber lo que te gustaría porque pones el culito hacia arriba dandome total libertad para jugar con tu coñito, ahora mientras acaricio tus muslos jugueteo con mi lengua alrededor de tu coñito entonces agarro tus muslos suave pero decididamente y pego mis labios contra tu coñito y en cuanto introduzco la lengua en tu rajita esta se abre sin problemas ya que estas totalmente humemda y puedo notar como tu flujo se empieza a estender por mi cara, empiezo a comer tu coñito de arriba abajo jugueteando con mi lengua alrededor de tu agujerito y llegando tu clitorix con la punta de mi lengua para poder lamerlo muy muy suavemente a ti parece gustarte por que echando el brazo hacia atras me agarras por la cabeza y la presionas contra tu coñito, entonces ocasionalmente llegaría con mi lengua al agujerito de tu culito en el cual jugaría delicadamente con la punta de mi lengua mientras masajeo tu coñito que esta empapado.

Como comprenderas mi polla está durisima y te pido que te sientes lentamente encima de ella, mientras lo vas haciendo yo te agarro por las tetas y te presiono contra mí a la vez que te sostengo y el capullo de mi polla comienza a penetrar tu coñito, al pricipio parece que costatra entrar porque tengo la polla durisima pero enseguida entra ya que tu estas tambien muy mojada, voy penetrandote poco a poco mientras yo recostado hacia atras te sostengo contra mi agarrandote por las tetas, en una de esas envestidas te penetro hasta el fondo, tu sientes mi polla totalmente dentro de ti a la vez que sientes la entrada de tu coñito totalmente ajustada al grosor de mi polla, empezamos a follar y nos ponemos cachondisimos al notar el deslizar de nuestros cuerpos totalmente llenos de aceite yo bajo una de mis manos para poder acariciar tu clitorix y entonces empezamos a movernos salvajemente a la vez que con la otra mano aprieto tus tetas y paso mi lengua por tu cuello llegando hasta tu orejita.

Tu llegas a correrte( no se si por primera vez o ya te habias corrido antes) pero no me dejas que yo me corra por que quieres verme la cara, entonces te das la vuelta me tumbas en la cama boca arriba y suavemente comiezas a chupar mi polla lo haces increiblemente yo estoy extasiado y te pido que pares porque si no me correre en tu boca, entonces te sientas encima mia suavemente y vas introduciendo mi polla en tu coñito y cuando no lo espero, lenta pero decididamente, te sientas totalmente encima mia haciendo que te penetre de tal manera que siento como tus flujos se deslizan de tu coñito hasta mis ingles mientras toda mi polla está dentro de ti, entonces nos miramos a los ojos y comenzamos follar cada vez mas fuerte y mas, y mas. Yo no aguanto mas y noto como mi polla empieza a hincharse antes de correme dentro de tí, tu notas mi excitacion y te pones como loca y mientras nos miramos a los ojos empezamos a corrernos a la vez entonces tu presionas mi cara contra tus tetas y yo noto como te corres, mientras te aprieto contra mi cojiendote por el culo, y empiezan las palpitaciones de mi polla en tu interior mientras descargo mi semen. Nos quedamos los dos abrazados y exaustos, luego nos tumbamos en la cama sudando y llenos de aceite, esperando a recuperarnos para poder vivir otra fantasia.

El aceite de jojoba

» La jojoba es: humectante de la piel, protección contra radicales libres, protección contra radiaciones solares, protege las partes más delicadas de la piel….» me explicaba una deliciosa mujer de unos 22 años, vestida a la antigua usanza en una especie de Mercadillo Medieval que se ha instalado estos días en mi ciudad …

…»Fuerza, salud y vida para el cabello…. Fácil de aplicar en cualquier parte del cuerpo… » continuaba la dama con un soniquete de haberlo repetido muchas veces…

Una chiquilla encantadora, con un talle perfecto, pechos ampulosos, pero de tamaño justo, y unos ojos tan profundos que al cruzar mi mirada con ellos me podría haber ahogado, o mejor, perdido en una gruta maravillosamente larga, en donde -aunque extraviado- deseara uno no encontrarse nunca, o no buscar la salida.

La melena al viento, le daba ese aspecto de princesa medieval que todos hemos visto en las películas, pero esta vez, de carne y hueso, estaba aquí, enfrente mío… Y parecía no interesarle para nada ni mi presencia, ni la de otros clientes que nos rodeaban. Ese tono como de abandono me hizo bromear con ella:

…»¿No tiene alguna aplicación más específica….?

Rápida y segura de sí misma me contestó…
…»Deshidratación, arrugas, envejecimiento, escamaciones, irritaciones, rozaduras… Es útil como aceite de baño, aceite de masaje, loción para manos, para afeitado, y otras muchas más que si quiere comprobar mejor, puede acercarse cuando cerremos para hacerle una demostración más amplia…»

La desgana con que lo seguía comentando, el retintin de guía de turismo me hizo no pensarlo más y abandonar el olor humano acumulado en el gentío que se interesaba por ese aceite y otros productos de su puesto… Pero me dejó pensativo esa última frase de la demostración. Tenía dinero de sobra para comprar un frasquito de regular tamaño, pero la curiosidad que suscitó en mi esa frase, de la demostración a la hora del cierre me estuvo rumiando el pensamiento toda la tarde.

Hasta que a la hora del cierre, que solitario el lugar, y la dama, entremezclándose la luz de las velas que adornaban el puesto con la mortecina iluminación de la calle, comenzaron a darme la sensación de que el único cliente interesado en la demostración era yo… Una especie de toldillo, cayendo hasta el suelo en la parte de atrás servía de aparente almacén y cámara de la demostración que parecía se iba a hacer plausible en breve.

-«Pase…» dijo ella. No creo que estas velas que iluminaba esa estrecha estancia fuera a ser gran cosa, pero sí lo fueron cuando este amarillo rojizo de las velas comenzaron a iluminar su piel que poco a poco se iba descubriendo ante mis ojos atónitos… Ya no había ese tono cansino, sino otro mucho más sugerente que al irse desnudando, indicaba:
-«¿Te gusta…?»

Continuado con otro mucho más envolvente decía …
-«Te escogí a ti entre muchos de los clientes que me han visitado hoy… ¿Te hace ilusión el llevar a cabo esta demostración…?.

Y la demostración consistía en dejar el cuerpo al descubierto, y sabiamente administrado, rociarse uno a otro todo el aceite de una botellita pequeña, no tendría más de 200 mililitros. Pero que había que administrar sabiamente. Y me explicó…

-«Para que no quede ningún hueco libre en nuestras pieles, ahora desnudas, hay que frotar mil veces mil, con paciencia, con relajación… Verificar uno a uno todos los rinconcitos de nuestro cuerpo, tan sugerente, y no escaparse a ninguno. Y ese aceite, impregnado de esa manera, con parsimonia, con dulzura… poco a poco… me hizo pasar los momentos más plácidos de mi vida… Independientemente de lo que sucedió después… Que al menos merece contarlo, porque ya no pronunció palabra alguna, pero sus gestos, sus manos y su cuerpo, pronunciaron la oratoria más interesante que se haya escuchado nunca en el mundo. Sus manos y su cuerpo no pararon de hablar en toda la noche… Nunca había sentido un discurso tan agradable.

El untado del aceite con esas manos firmes y delicadas, no se centró para nada en mi sexo, y entendí que ella tampoco lo quería así… Su cuerpo era otro poema… Una leve señal de un tratamiento quirúrgico en la espalda parecía el manifiesto de la imperfección, pero mi recorrido por ese dibujo parecía complacerle tanto, que pidió con gestos que me entretuviera un ratito, una especie de caminito por su piel tersa y maravillosa, un conjunto de señales para no perderse por él.

Este aceite de jojoba ha sido el mejor lubricante para asomarse a sus pezones, subrayado con la lengua, y mis labios recordando imágenes lejanas de recién nacido, y ese aceite endemoniado, que hacía de su piel el sabor mejor recordado de mi vida… Como los pelos de su pubis, humedecidos por el aceite tomaban caminos inimaginablemente mágicos para mí… camino de la parte interior de sus muslos, de los labios carnosos de los límites de la cavidad vaginal, extendiendo el aceite con mi lengua y mi saliva, cual fruto carnoso de melocotón, absorbiendo su jugo a lengüetazos, muy poco a poco, aproximando mi lengua a su clítoris, que a poco asoma lentamente por la parte superior, y mi lengua lo busca, desesperadamente….

Ella alternativamente a retazos de lengua y dedos administraba el aceite y la saliva con bastante meticulosidad, como abandonada a su tarea, concienzudamente, y esta manera aparentemente mecánica, hacía de mi miembro un asunto de rigidez extrema.

Mirándome el glande con curiosidad -acaso profesional- y completamente convencida de que el aceite en esta parte no estaba untado de manera ortodoxa, prefirió centrar toda su atención en él. Sus ojos y sus manos lo examinaron con sus preciosos ojos, como los de un cirujano, para trazar un dibujo mental con las partes a las que el aceite no cubría a su satisfacción, y con sus dedos pulgar e índice, completaron la tarea, frotando con cada uno de sus dedos empapados, por separado, todo el contorno, y deteniéndose en la parte baja, de donde arranca el frenillo, para centrarse en esa zona mucho más, que por las dificultades de su geografía merecían tratamiento más minucioso, y esa que es, justamente la parte más sensible, hizo en mí un principio de orgasmo detenido por ella con maestría para prolongarlo… Y me estaba trazando un reto, que me mi caso era dificilísimo de igualar, porque me insistió con sus gestos los mismos problemas en su clítoris, que de farragoso en su forma, no había tenido la fortuna de extender bien el aceite… Y a ello me puse, con lo que tuve que separar los labios de la vagina y con el dedo meñique, y aún era demasiado grande, insistir mucho más, porque se empeñaba en que no estaba concluida la tarea.

Frotando con mucho cuidado el pequeño surquito que rodea a esa pieza clave en la sexualidad femenina, conseguí después de mucho rato que se sintiera complacida… Porque resulta que en la punta de mi pene sobraba un poquito de aceite, que justamente faltaba en el extremo superior de su clítoris, con lo que con mil esfuerzos tuve que equilibrar el reparto como pude, con lo que nos frotamos con la punta de mi sexo, con la punta de su clítoris, con lo que conseguimos primero una mini penetración al revés, introduciendo su órgano sensible en el extremo último de mi miembro viril.

Ese orgasmo a trocitos que fui viviendo poco a poco, concluyó con una penetración por detrás, conmigo de pie -no habría otro remedio- porque nuestra tensión emocional requería un final, y un último retoque de aceite en su trasero, que también tenía problemas de distribución del mismo. Por si acaso, mi dedo índice, apretujado entre su culo-colchón y mi cuerpo dando saltos longitudinales sobre él, teniendo aceite suficiente, lo distribuyó a su interior, con lo que un gesto, un latigazo y posterior inflexión de sus piernas que ya no podían aguantar ni la postura, ni su peso, ni su ORGASMO CON MAYUSCULAS… me indicó que debía corresponder con ese último párrafo de mi orgasmo casi a la vez, y que provocaron por el aceite y la lubricación, unas pedorretas que nos hizo mirarnos nuevamente y sonreír a continuación…

La arropé en su improvisado camastro, puesto que el descanso se le hacía necesario, y tuve que abandonar el tenderete en silencio, con tanta paz interior, que se me olvidó, al menos recoger el frasco con la cantidad de aceite que había quedado de la experiencia, y que me hizo pensar -aparte del inolvidable recuerdo- lo práctico y maravilloso que resulta el aceite de jojoba, que lo busqué al día siguiente, y en muchas ocasiones después, para no haberlo encontrado nunca más… Porque al buscar este dichoso producto, lo más probable que es tendría la esperanza de encontrar a la que me enseñó a usarlo.

El Arte de Amar…

¡ Tomo el pincel y lo deslizo sobre el lienzo suave de tu cuerpo!…Estremeciéndose con cada movimiento de mi mano.

El silencio se ve interrumpido…Ligeros quejidos que fluyen de lo más profundo de tu ser.

Oleaje marino, serpiente emplumada, acariciando con cada plasmada tu piel.

Fuertes latidos del corazón, fluye la sangre al cerebro.

¡Ojos desorbitados de fiera en celo! Desean plasmarte hasta lo más intimo de ti.Bel-la ninfa.

Concierto número uno, Tchaikovski para piano y orquesta…¡EN TEMPO FORTE! gritando.

Loba que aúlla, empapada en sudor…frases del alma os convierten en perversa.¡NO TE DETENGAS CAB…. HAZME TU PU…

¡ Enloquecido tomo el pincel ! ¡ GRANDE… MADONA !….¡QUE LA OBRA PICTÓRICA ASÍ LO QUERÉIS!…

Solo la punta y suave movimiento…poco a poco, abriendo y rasgando la tela del lienzo…diluyente cremoso de esencias finas, no os vaya a doler.

¡ Con frenesí ! plasmo blanco de pureza, con un toque de rojo sangre y pasión, entre purpura y violeta aunada a tu belleza.

¡ Azabache ! lado obscuro del alma, hincaos hasta subyugarte.

¡Ángel perverso de lujuria y pasión!.

Difícil llegar al primero…segundo y tercero, plato fuerte de múltiples orgasmos.

En matices de colores calientes… no te detendrás.

Jadeante y cansada tal vez tu conciencia os arrepentirás.

¡Más no te sientas mal mujer!…MUJER te has sentido total.

Al final de la obra y todavía agitados, me quedo embelesado de la obra y su belleza.

En la ropa quedan las huellas de la experiencia…¡ BENDITO DIOS ! por este don que me has dado.

Que a los ojos de mis contemporáneos, los hago envidiar.

Pintar es un arte y el sexo otro más…Que cuando lo haces con pasión.

¡No hay nada en el mundo que lo pueda igualar!.

Un encuentro real con una Geisha

Suena el móvil…, es ella, la mujer que estoy esperando, la mujer que me ha tenido en vilo las ultimas horas. Suena el móvil y se que es porque esta en la puerta…, esperando que le la abra para que por fin entre en mi vida, para que por fin pase de ser alguien virtual a alguien real.. muy real.
Sus palabras llenan de dulzura mis oídos y llegan a mis sentidos: “¿Me abres cielo?”
Así empezó la noche con ella.., así empezó la noche en que conocí a esa mujer que nunca creí poder llegar a conocer…, así empezó

Pero toda historia tiene un origen, toda historia tiene un porque… y aunque este origen aparece perdido en el limbo de los tiempos, aun sigue vigente en mi mente y es que desde que vi su foto… navegando por los intrincados y a veces muy confusos mundos del ciberespacio, me di cuenta de que esa mujer de apabullante belleza que veía en las fotos, era mucho mas que una cara bonita y un cuerpo de impresión. ¿Por qué?, pregunta sin respuesta, pero mi intuición me hacia pensar en ello… Leo su anuncio: Selectiva, un punto arrogante, un punto exigente, un muy disuasoria de quien no cumpliera lo que ella buscaba… pero a pesar de eso me aventuré a tratar un acercamiento…

Mensajes sin respuesta…, silencios que respondían por ella.
En ocasiones breves palabras como respuesta. Todas ellas disuasorias, todas ellas que invitaban a abandonar esa pretensión de conocer a esa mujer que iluminaba la pantalla con sus fotografías…
Pero allí seguí…
Un día de breve charla, de cautas palabras por su parte.. de controlado intercambio de frases que busca tantear quien soy y como soy…
Una dirección de messenger aparece en mi pantalla… una puerta hacia ella, una puerta a su mundo mas personal, pero una puerta aun cerrada…
Siguen los mensajes sin respuesta.., pero ahora escritos en una parte de su mundo… y eso hace que mi sensación de cercanía sea mayor…
Ella no me elimina de su lista de contactos, ella se “acuerda” De cuando en cuando de dejar sus monosilábicas respuestas en la pantalla, ella sabe mantenerme ahí sin decir que me mantenga, ella sabe hacer que yo siga dando muestras de que estoy…
Aprendo a leer entre líneas, aprendo a leer sus silencios, aprendo a ver lo que no dice, aprendo de ella y sobre ella…
Su mundo cibernético se amplia, su mundo en la red se abre en parte para mi.. y eso hace que “sepa” mas de ella y que cada día piense que sera mas y mas imposible llegar a conocerla pero.. a su vez hace que cada dia me interese mas y mas la persona y no solo la belleza de su cuerpo, de su cara…

La vida a veces te sorprende y a mi lo hizo el día que ella bajo la barrera a su modo, el día que ella mostró de si mas de lo que un desconocido esperaba ver.. y eso hizo que mi cautela y prudencia fueran quedándose atrás y las cartas se fueran poniendo sobre la mesa y aunque la conversación se componía de muchas frases escritas por mi y breves palabras respondidas por ella… la oportunidad estaba ahí y había que tomarla al vuelo…
Una propuesta… un atrevimiento…, un intento sincero al pedir una noche de pasión a su lado…
Su respuesta sin respuesta fue una respuesta: “Llámame…”
Se abrió la puerta, me dio su teléfono… llamé… y su voz se unió a su imagen, y su voz me llenó…
Su sensualidad me invadió, su dulzura me sorprendió… y toda ella me cautivó mas allá de sus fotografías.. esas que en mi mente danzaban y danzaban soñando con una noche a su lado…
Teníamos una cita… esa noche… cuando ya el día haya terminado, cuando ella haya terminado una cena… vendrá…, entrará en mi mundo: “Vendré para estar contigo…”, sus palabras exactas quedaron grabadas…

Me dirijo a la puerta… sabiendo que al abrirla la veré por primera vez en vivo… El nerviosismo y yo somos un solo ser.
Abro la puerta y… me recibe su sonrisa, su desenfado, su seguridad… su encanto…
Nos sentamos en el sofá…
Abrimos la botella de vino…
Sonreímos…
Conversamos…
Que fácil fluye el tiempo…
Su mirada bellísima…
Sus ojos azules penetrantes, sensuales, vivos..
Su sonrisa cálida…
Su dulce manera de ser…
Su agradable conversación..
Su maravilloso modo de ver y vivir la vida…
Es una mujer especial, encantadora, adorable…
Casi me olvido de que de ella me atrajo su voluptuosa belleza, su explosivo cuerpo, su bello rostro…
Casi me olvido que ella ha venido para “vivir” una noche de pasión propuesta y acordada…
Y es que en mi han nacido nuevas sensaciones, nuevos impulsos, nuevas motivaciones…

Siento deseo por ella… un deseo intenso…, pero es un deseo que va mas allá de la lujuria, que va mas allá de la libido, que va mas allá del sexo… La deseo como mujer…, la deseo como persona…
Mi sentimiento es firme y claro… “Quiero hacerle el amor…”, mi noche no busca la pasión salvaje, mi noche no busca el sexo por el placer… mi noche, mi cuerpo y mi mente me piden hacerle el amor con la dulzura y sensualidad que se merece…

El acercamiento es lento.. dulce, pausado.. sensual..
Me tiene…
Y por fin mis labios se posan en los suyos y noto en mi un estremecimiento, un dulce escalofrió que me hace vibrar al notar sus carnosos labios uniéndose a los míos… mientras mi mirada expresa la sensación maravillosa de estar cumpliendo un sueño, de estar viviendo un momento especial que se que quedara para siempre en mi retina…
Mis manos buscan acariciar con dulzura su cuerpo… mientras ella se acompasa al movimiento de mis manos.. tumbada a mi lado dándome su espalda y dejando, queriendo, invitando a que mis manos recorran su cuerpo, a que mis manos en un lento pero deseado y excitado camino se acerquen a sus pechos… posándose en ellos sobre su ropa,, pero ya así provocan en mi la sensación de una textura y una turgencia que incita a mi cuerpo a desear acariciarlos, besarles, sentirlos…
Entre caricias y besos que llevan la dulzura y la sensualidad escritos en ellos nuestras ropas van cayendo, nuestros cuerpos se van mostrando y cuando la belleza de su cuerpo desnudo se postra ante mi siento que la diosa fortuna ha llamado a mi puerta en forma de mujer… con su bello rostro, su mirada fascinante, su sonrisa cautivadora, su cuerpo explosivo, turgente, bellísimo, excitante, deseable… Todo en ella me pide que me entregue…
Mis manos, mis labios.. mi cuerpo entero se unen a ella.. llevando a mi piel a sentir el calor de la suya.., llevando a mi piel a rozar la suya sintiendo la suavidad en mi.., sintiendo como la excitación que me produce es mas allá de un físico..
Sigo sintiendo que le hago el amor.., sigo sintiendo y viviendo la noche mas especial, la noche en que ella ha entrado en mi vida…
Sus pechos se pierden en mis manos, sus pezones son saboreados por mis labios y mi lengua, su cuerpo es besado y acariciado… , su sexo se abre para mi.. para que mis manos los rocen, lo sientan y se humedezcan en su propia humedad… Mi boca desciende por ella.. besando, lamiendo, deseando llegar al álgido punto de su sexualidad… para una vez allí saborear las mieles de se deseo, del mio.. y sentir el extasíante placer de tener la sexualidad de esa mujer maravillosa, tentadora, sensual, sugerente.. en mi boca, en mis labios, en mi lengua…
El placer de darle placer me embarga.., el placer de poder ser esta noche el afortunado que saborea su néctar me hace sentir especial…
Caricias.. sexo dulce y suave…, sensaciones arrancadas.. gemidos entrecortados… placer sentido vivido y compartido… Sus manos acariciándome con una dulzura y una suavidad que me hacen llevar al éxtasis mental… Su boca suave, sus labios carnosos, su lengua cálida e húmeda recorren mi sexo arrancando de mi gemidos de placer, de gozo… La perfección de sus movimientos, el placer que sabe darme.. me hace desear explotar de placer, me hace desear no reprimir mas mi deseo… Pero esta noche no.., esta noche siento, quiero y deseo entregarme.. ser suyo… hacerle el amor…
Y entre mas besos, entre mas caricias, entre mas éxtasis mental y físico, entre mas deseo apasionado contenido y dulcificado, entre mas ansia dirigida… mi cuerpo y mi deseo.. canalizados en mi sexo entran dentro de ella…, y al hacerlo algo en mi grita internamente porque la sensación de placer se une al orgasmo mental de estar haciendo el amor a una mujer que me ha sabido crear y generar el deseo por su cuerpo y por su mente.. por su sexualidad y por su persona…
Movimiento acompasado…. mas mental que físico.. y el placer explota, el placer me asalta, el éxtasis absoluto me invade, la sensación de “felicidad” me acompaña, el momento en que el mundo desaparece, en que solo estamos tu y yo.. y nuestras sensaciones, nuestros sentidos, nuestro placer…
Esta noche te he hecho el amor…Esta noche te he amado..
Esta noche te he conocido..
Esta noche estará por siempre en mi memoria…

Bella mujer.., bella persona…, excitante mujer.., apasionante mente…
Un lujo hecho realidad…

Tres horas de sensaciones, placer y morbo…

Era cerca de la una de la madrugada.
Llego a casa entre sueño y cansancio pensando en que el despertador sonara a las siete de la mañana…, pero quiero ver si en mi correo ha llegado algo nuevo e interesante. Conecto mi ordenador.. El Messenger arranca automáticamente y sin tiempo a mirar el correo ella me saluda al ver mi conexión con una sola palabra: Holaaaa!!!. Es sólo una palabra, pero esta clara y manifiesta la connotación ilusionada. Tres frases corteses de saludo y ella me dice que al día siguiente se va de vacaciones una semana. Manifiesto mi sana envidia, pero ella lo ignora y se limita a decir: “Me gustaría tenerte aquí y despedirme de ti…”.
Debería haber meditado mi respuesta pues el cansancio me invadía, pero algo me dijo que me dejase llevar y.. así lo hice: “Pues pídemelo y ahí estaré…”. Su respuesta fue corta y contundente: “Ven…”.
Cierro el ordenador sin dudar y me voy a su casa…, el sueño olvidado, el cansancio aparcado. El estimulo de vivir sensaciones son una motivación que me da renovadas energías…

A la 1:30 de la madrugada llamo a la puerta de su casa…
Me abre… Todo lo que lleva es un vestido abotonado por la parte delantera, notablemente desabotonado en su escote, dejando entrever en una cantidad considerable sus generoso pechos…
No hay palabras… sólo besos apasionados y mis manos que la recorren descubriendo como imaginaba que bajo su vestido no hay nada mas que su cuerpo desnudo…y sin dejar de besarnos me lleva hacia su habitación, donde nos espera una atmósfera ideal. Unas velas encerradas en quinqués de cristales de diversas tonalidades dan una luz y un color trémulo y cálido a la habitación. Una música melódica y suave suena envolviendo la luz y a nosotros… y su cama con dosel envuelta en una sedosa y sensual mosquitera que le da un aire romántico y de ensueño…
No hay palabras…, sólo mis manos recorriendo las curvas de su cuerpo sobre su vestido… sintiendo en ellas lo que pronto podré ver con mis ojos y sentir en mis labios… Ella se deja hacer y se mueve con soltura para situarse frente al espejo de la puerta del baño… donde observa, ávida de seguir sintiendo mis manos, el reflejo de su cuerpo acariciado por mi…
Busca sentir, busca “vivir” sensaciones.. y no frena sus deseos… Se quita el cinturón de su vestido y dándomelo al tiempo que me da la espalda me dice: “Átame las manos…”. Ato sus manos en su espalda y ella… cierra los ojos entregándose a todo aquello que quiera desear..
Yo disfruto tocando su cuerpo, acariciándolo…, desabotonando su vestido para que sus pechos queden libres, para jugar con ellos y lamer sus erectos pezones.., para buscar con mi mano bajo su vestido y notar la tremenda humedad de su sexo, cálido.. ansioso… Mis dedos quedan empapados de ella y y deseoso de que esa sensación la compartamos los dos llevo mis dedos mojados a sus labios, donde ella los lame con dulzura y lujuria entremezcladas…
Me separo de ella para quitarme la ropa y mostrarme desnudo… me mira, me recorre con la mirada. Se entretiene mirando como mi miembro erecto esta deseoso de sentir algo físico y de nuevo me da una orden que es mas una suplica: “Pídeme que me arrodille…” No me hago de rogar.. y se lo ordeno o pido casi anhelante… y ella obedece y arrodillada ante mi con sus manos atadas a la espalda… dedica toda la atención a descubrir el sabor, el tamaño y la forma de mi miembro que se pierde una y otra vez entre sus labios, su lengua masajeante y el interior de su boca…
Sólo puedo hacer una cosa.. y es estremecerme de placer..
Me arranca sensaciones a flor de piel, me hace sentir escalofríos, me hace vibrar todo yo… Me lleva al éxtasis físico y mental. Ese juego de sumisión, de entrega, de pasión.. me hace explotar con un sentimiento de placer intenso, sensual y morboso…

Se merece recibir al menos lo mismo… y por ello sin soltarle las manos la tumbo en la cama. Le abro todo el vestido y allí desnuda frente a mi…, la observo con descaro, con deseo y con lujuria.. La acaricio, me tumbo sobre ella y le susurro al odio todo lo que voy a hacerle.. pero no lo hago porque quiero que sea ella la que termine por pedirlo ardiente de deseo…
Y así sucede y ella anhelando sentir en su cuerpo lo que mis palabras han dicho en su oído, me pide, me suplica que lo haga…
Me dedico a ella con pasión, con ardiente pasión, con el deseo morboso de hacer en su cuerpo lo que deseaba mientras ella con sus manos atadas aún a la espalda “sólo” puede hacer que entregarse al placer… y como yo terminar por alcanzar un éxtasis salvaje, entre gemido y gritos que hacen que su sexo no sea una zona humedecida si no una zona toda ella absolutamente empapada con el néctar de su placer..

Y la noche aún no había terminado…, sólo había hecho que empezar…

Me regaló otros momentos sensualmente mágicos, excitantemente morbosos, estimulantemente sexuales…

A la una y media entraba en su casa…
A las cinco de la mañana salia…
En ese tiempo… sentí el placer en su máxima expresión…

Cada vez que lo recuerdo…

LECTORA CALIENTE LEE MIS RELATOS

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Este relato que escribo, no es una experiencia personal, pero que al igual que la mayoría de los demás, es parte de la imaginación y parte de la realidad. La persona que lo protagoniza es una bella lectora de mis relatos que alguna vez he conocido y por ello le he escrito este texto en su honor.

Maria Guadalupe se mezo el cabello confusa y desesperada. Por más que miraba la pantalla de su computadora las cuentas no cuadraban. Durante toda la semana había estado trabajando sin descanso en el caso que tenía entre manos. Diariamente su jefe la apremiaba y no conseguía componer el trazo final del proyecto que tenían que presentar al cliente el próximo lunes. Echándose hacía atrás se recostó en la amplia butaca de cuero y volvió a respirar profundamente. Necesitaba un descanso y despejarse un rato.

Con un «Necesito un café ¿quieres otro?» se despidió de su secretaria cuando cruzó la antesala de su despacho andando hacia la maquina de cafés que había en el pasillo. Mientras recorría el pasillo se cruzó con el nuevo becario que al igual que todos los días recorrió todo su cuerpo con una mirada lasciva. Maria Guadalupe se rió por dentro pensando en como el joven la deseaba pero como siempre no se atrevió a decirle nada; cuando cruzaban alguna que otra palabra él se mostraba nervioso e inquieto, y entre tartamudeos y balbuceos solía decir algo incoherente que hacía que Maria Guadalupe se riera más aún por su «malvado» comportamiento.

Y es que el pobre chico había caído bajo el influjo de sus encantos, todo ello sin que ella se lo propusiera. Allí por donde pasaba Maria Guadalupe, los hombres se volvían para mirarla levantando pasiones ocultas. A punto de entrar en la treintena de años seguía manteniendo el atractivo de la juventud combinado con la experiencia y la madurez propias de su edad. De estatura media, su cuerpo delgado contorneaba sus pronunciadas curvas al ritmo rápido que imponían sus pasos. Sus largas piernas sostenidas por unos tacones de vértigo se mostraban largas y tersas allí donde la falda del traje que hoy vestía dejaban que se asomaran. El pelo castaño recogido en una larga coleta enmarcaba su fino rostro acentuando la mirada de sus oscuros y profundos ojos e incrementando el poder seductor de su amplia sonrisa. Maria Guadalupe era una persona entera, decidida e inteligente que sabía como seducir a un hombre, por ello siempre dejaba que la apertura de su traje oscuro dejara entrever el escote de su blanca camisa y se intuyera la redondez de sus senos ocultos por la lencería negra que acostumbraba a portar. En definitiva, una mujer de bandera a la que rendirse siempre a sus pies.

Sujetando con ambas manos el humeante café una voz masculina la sobresaltó. El director del bufete de abogados para el que trabajaba desde hacía poco la felicitó por el buen trabajo que estaba realizando y a la vez la apremió para que el proyecto estuviera finalizado para antes de que acabara el día. Mientras volvía a su despacho pensó que tendría que hacer horas de más para dejar finalizado el trabajo extra en el día de hoy. Sentándose de nuevo ante su amplia mesa de trabajo se masajeó las sienes pensando en la larga tarde que le esperaba. Luego recapacitó y planeó lo que quedaba de día. Tendría que llamar a su madre para que fuera al colegio a recoger a su hija, y luego hablar con su marido para que se encargara de darle de cenar a la niña y acostarla. Por otro lado pensó que quizás tampoco le vendría mal un poco de descanso de las labores en el hogar y el no tener que aguantar las continuas riñas con su esposo porque la niña no se portaba bien o no quería cenar. Respirando hondo volvió al trabajo.

Llevaba horas tecleando sobre su computadora y hacía tiempo que su secretaria se había marchado a casa. Las luces del resto de despachos se veían apagadas, señal de que sus ocupantes ya habían vuelto a sus hogares. Maria Guadalupe deseaba poder acabar para tomar el coche y salir disparada de allí, en pos de un merecido descanso. Pulsando fuertemente la tecla de entrada dio por finalizado el presupuesto y el desarrollo del proyecto. Lanzó su cuerpo hacia atrás recostándose y suspiró aliviada. Si corría podría llegar a tiempo para acostar a la niña, pero con el cansancio que tenía no le apetecía en absoluto. Pensó que mejor sería que por un día se encargara su marido de la niña, ella necesitaba un descanso que la despejara. Volvió a salir al pasillo y tomó un refresco de la máquina. De camino de regreso al despacho comprobó que no había nadie más en el edificio por lo que avisó al guardia de seguridad para indicarle que antes de que se marchara comprobara en su ronda que ella estaba aun allí para que no la dejara encerrada en el interior de la oficina.
Dando pequeños sorbos a la lata del refresco abrió el Internet y se dispuso a leer las noticias en la versión digital del periódico local. Luego abrió otra ventana y accedió a su cuenta de correo particular para comprobar si tenía nuevos correos. Una sonrisa iluminó su rostro, con celeridad abrió un nuevo e-mail que la avisaba de que se había publicado un nuevo relato de su autor favorito en una conocida página Web de relatos eróticos. Desde hacía tiempo leía sin descanso todo aquello que este escritor llamado Pedro Antonio conocido con el seudónimo de Escritor Profe Pe redactaba y luego subía a esta página. Lo que más le atraía de aquellos relatos era que la mayoría de ellos eran experiencias reales vividas por el autor y la forma que tenía éste de describirlas.

Mirando de forma nerviosa la puerta se abalanzó sobre ella y echó la llave franqueando el paso, luego cerró las cortinas que daban al ventanal tras su escritorio, descolgó el teléfono y apagó las potentes luces dejando solamente la bombilla de su lámpara de mesa como referente lumínico. Sacó de su bolso un CD de boleros por Luís Miguel y de paso puso su celular en modo vibrador. Por último se soltó el pelo y se recostó dispuesta a disfrutar de la lectura de este nuevo relato.

Poco a poco fue adentrándose en la explicación que el autor daba de una lejana fiesta en la que acababa realizando un trío amoroso con dos chicas desconocidas. Dando pequeños sorbos al refresco de vez en cuando Maria Guadalupe leía con detenimiento, sumergiéndose en la lectura, saboreándola, y tratando de imaginar lo que leía notó una comezón que empezaba a recorrer todo su cuerpo. Sus dedos jugueteaban inquietos con su pelo mientras el morbo a ser descubierta incrementaba la excitación que le proporcionaban las letras allí expuestas. Su mano se movía por todo su cuello y cuando terminó de leer el relato se encontró extrañamente nerviosa.

Echándose hacía atrás sobre la butaca cerró los ojos y suspiró tratando de imaginar todo lo que había leído. El relato sobre el trío le traía gratos recuerdos de una experiencia similar que había tenido en la universidad y el rememorar aquellas escenas hizo que la picazón que sentía entre sus piernas se extendiera a todo su cuerpo pidiendo a gritos ser liberada junto a toda la carga sexual que llevaba en su interior. Disfrutando de la lenta música se dejó llevar por el momento.

Poco a poco fue bajando su mano jugando con la punta de sus dedos sobre la redondez de sus senos, que se mostraba a través del cuello de la blanca camisa. Con delicadeza hurgó con un dedo por debajo del negro sostén buscando la calidez de su pecho. No le extrañó el grado de dureza que mostraba su pezón y descuidadamente jugó con él un tiempo. Luego introdujo toda la mano frotando su seno y masajeándolo delicadamente. Mientras tanto su otra mano desabrochaba lentamente los dos botones de la camisa entreabriéndola. Con cuidado liberó sus turgentes senos de la prenda de encaje y con soltura comenzó a tocarlos haciendo que se incrementara la excitación que ya recorría todo su cuerpo. Dedicó un tiempo a jugar con sus pezones, frotándolos contra las yemas de sus dedos, pellizcándolos y tirando de ellos, haciendo que se pusieran tan duros como rocas. Sus prestas manos continuaron un rato sopesando sus tetas y acariciándolas despacio. Su mente mientras tanto seguía discurriendo por aquellas imágenes que su mente guardaba como un tesoro de aquel encuentro fugaz con otras dos personas en su período universitario.
Maria Guadalupe notó como su diminuta tanga poco a poco se fue humedeciendo con los flujos que su entrepierna expedía, entonces fue cuando decidió prestarle más atención. Descuidadamente una de sus manos fue bajando por su vientre y con dificultad trató de introducirse por debajo de su falda, pero no pudo, por ello tuvo que desabrochar la cremallera lateral de la falda y así dejar más espacio para jugar libremente con su entrepierna.

Tocó su sexo por encima de la tela de la tanga notándola húmeda y caliente. Despacio frotó cariñosamente la palma de su mano por encima de su vagina moviéndose nerviosa. Su piel se erizó al instante cuando deslizó el tanga aun lado y tocó abiertamente su vagina. El fuerte olor de sus jugos inundó sus fosas nasales y la lanzó aún más lejos en su mundo de fantasía.
Jugueteando con el triángulo de vello que ella cuidadosamente depilaba de vez en cuando en la ducha deslizó un solitario dedo que pulsó levemente su clítoris. El estremecimiento que sintió hizo que su cuerpo vibrara de forma apabullante. Más pausadamente repitió el proceso entre gemidos de placer. Su respiración era entrecortada y notaba como el calor que desprendía se hacía notar. Su húmedo sexo esperaba ansioso que el masaje continuase y ella presta a satisfacer la fuerza de su deseo continuó frotando suavemente la yema de su dedo contra su clítoris. De vez en cuando lo movía arriba y abajo comprobando el grado de humedad que había en sus labios vaginales e incrementando tanto su excitación como su placer. Mientras tanto su otra mano continuaba llenándola de gozo al seguir pellizcando sus pezones una y otra vez.
Comenzando por la punta de sus pies Maria Guadalupe sintió como un tremendo orgasmo nacía e iba creciendo, desplazándose a través de su espina dorsal hasta la base de su cabeza momento en el que explotó en un coro de gemidos y jadeos a la vez que su cuerpo se convulsionaba de forma espasmódica. Tardó unos momentos en recuperar el aliento y en abrir los ojos. Sonriendo se sintió mucho más relajada. El trabajo y las preocupaciones habían quedado atrás. Pero su cuerpo pedía más.

Como una niña traviesa se puso en pie e introduciendo sus manos bajo la falda se deshizo de la tanga a la vez que se despojaba de los zapatos. Antes de depositarlo sobre la mesa lo olió disfrutando de los vapores de su propia excitación. Luego subió su falda a la altura de su cintura y sintiéndose liberada se volvió a recostar en la butaca apoyando ambos pies sobre la mesa de su despacho y abriendo sus piernas al placer. Esta vez cuando cerró los ojos no pensó en sus experiencias pasadas, sino que fantaseó con la persona que escribía esos relatos que la volvían loca y hacían que su cuerpo ardiera de deseo. ¿Quién sería? ¿Cómo era físicamente? Su mente creó su propia imagen y sus manos hicieron el resto.

Con una habilidad pasmosa sus dedos consiguieron volver a poner erectos sus morenos pezones al momento. Le encantaba estirarlos y moverlos de un lado a otro. Imaginó como sería que en aquel preciso instante alguien extraño para ella los lamiera y luego lentamente continuara besando su cuerpo hasta incrustar su cabeza en su entrepierna y darle todo el placer inimaginable. Su vagina palpitaba pidiendo más y ella accedió a satisfacerlo.
Sin dejar de masajear sus tetas pasó la palma de su mano por su vulva. Aun la notaba caliente e irremediablemente húmeda, quizás un poco dolorida pero enseguida pasaría tal efecto. Notó como sus labios vaginales palpitaban al ritmo del latido de su corazón, ellos estaban rojos e hinchados pero deseosos de recibir de nuevo sus toqueteos. De forma descuidada los exploró recorriendo toda su extensión haciendo que de vez en cuando se escapara un gemido de sus labios entreabiertos. Luego con dos dedos separó los labios dejando al aire su pequeño clítoris y delicadamente lo frotó contra su dedo.
Maria Guadalupe ya no escondía su excitación y el tremendo placer que experimentaba. En sus sueños se veía saciada por un anónimo amante de rostro desconocido. Cuando se imaginó siendo penetrada por este extraño introdujo levemente un dedo en su vagina. Poco a poco se fue abriendo paso en su interior acompañado por los suspiros que salían de su garganta. Cuando lo consideró necesario comenzó con ritmo lento a meterlo y sacarlo sintiéndose plena y gozando al límite. Su vagina no paraba de exudar más y más fluidos facilitando la penetración. Desde que había empezado a masturbarse cuando era una adolescente no había sentido igual placer que ahora cuando lo hacía a escondidas en el trabajo.

Presa de su propia autocomplacencia no dudo en introducir otro dedo en su vagina a la vez que con la otra mano comenzaba a frotar su clítoris de forma lenta al comienzo y más apresurada después. Maria Guadalupe aceleró los movimientos buscando alcanzar las más altas cotas de placer una vez más. Cuando se corrió un pequeño gritó se escapó entre sus labios, incluso se asustó por temor a ser descubierta. El nuevo orgasmo hizo que se moviera de forma frenética en la butaca y se sintiera totalmente satisfecha. Los jugos de su vagina caían libres por sus piernas e inundaban sus manos y parte del sillón.
Cuando recuperó el control de su cuerpo se incorporó y sacando un pañuelo de papel, se limpió. Respirando profusamente volvió a vestirse y a ordenarse el pelo. Sentándose frente a la pantalla de su computadora contempló el relato que momentos antes la había llevado a ese estado de inquietud. Por un instante pensó en todas las posibilidades y armándose de valor comenzó a teclear un nuevo mensaje de correo electrónico que lo comenzaba asi:
«Querido Escritor Profe Pe.»

Ano Nimo

Esta épica cuenta las peripecias de Don Goyo, valiente caballero, y de Ana, la caliente cortesana que provocó el cambio de las lealtades de Don Goyo.

Era caliente la caballería, como cualquiera sospecharía, pero no por la lujuría (Que no admite corrección, así se hablaba en aquélla región) sino por la pesada labor.
Eran las propiedades de un prominente terrateniente, antaño caballero, que vanagloriábase de su aceitada lanza aunque ya hubiera cultivado panza.
Dicen que Don Goyo, hombre velludo, extremo testarudo, vanagloriábase de rudo.
Cien caballos había domado, hartos rufianes capturado: con su barba de candado era el héroe del condado.
Sus valientes actos de gallardía lo tenían en el ojo de la muchachada, que admirada, ofrecía sus mieles al prominente caballero. Don Goyo, hombre de mundo, de España oriundo, fiel a su juramento: “¡Por mis cojones! ¡Que jamás seré segundo!” A docenas había desvirgado, y tenía fama de no haber lastimado, todas juraban haber gozado. Era esa la reputación de Don Goyo, pues nunca repitió, así hubiera sido la más bella, solo le hizo la del uno y jamás la del dos. Fue el primero para la hija del carnicero y la sobrina del lechero, de la estudiantina, a la que tocaba el pandero. Él no se jactaba, era un caballero, pero su fama corría como de pólvora reguero. Y sólo comía vírgenes nuestro heróico caballero. No admitía distintas: No consoló a las viudas ni fue para los maridos traidor judas: no admitía coño perforado.
Así su fama corrió hasta los oídos de la que había de domarlo, Ana Labrego Zaraya, famosa por su lado, de nada dudosa reputación, pues a ésta le venía sobrando el “ción”. Tanto le endulzaron el oído que llegó corriendo a la caballería, salpicando para todos lados su lujuría presentóse ante el semental exhibiendo su credencial. El caballero, fiel a su juramento, desairó a la cortesana, “Es usted una marrana, yo solo me apareo si la doncella es sana”. Lloró esa noche la infeliz, se arrepintió de todo anterior desliz … pero a la mañana amaneció feliz: tenía un plan.

Regresó al local del susodicho, le pidió reconsiderar su dicho: “Si jamás seréis segundo, tengo un hoyo profundo, no estrenado, con la miel de la experiencia y la estrechez de la inocencia”

-¡Que grotesca perspectiva!
-No te preocupes, te lo limpio con saliva
-¡Vos sois una asquerosa!
-Pero el triple de deliciosa.
-¡Me dejaréis el palo cagado!
-Como sea, de tanto remojar ya huele a pescado

Pues se convenció el caballero y esa misma noche pasó a por ella en coche, la llevó a la habitación especialmente preparada para tal ocasión.
Desnudóse la mujer, embobado quedó el caballero: En todas sus andadas, jamás había visto carnes tan abultadas. Pues tal fue la impresión que en el acto vino la erección. Jamás sintió tenerla tan dura, jamás al haber dado fin a la ajena ternura, de inmediato se abalanzó sobre toda esa mujerona.

Pero no entró.

Estaba muy estrecho y se dió a la tarea de abrirlo.
Intentó con dos dedos, no le sacó ni los pedos. Intentó solo con uno, fue como tratar de meter el puño. Intentó con el puro meñique, más apretado fue el achique. Nada entraba en el agujero y se enojo don Goyo, a cada acto más se obsesionaba con la idea de abrir ese hoyo. Salto sobre la cama, enculo a la cortesana, se le dobló la rama. La idea comenzaba a resultar insoportable, ¡Tanta carne y no había por donde cortarla! A Don goyo le chorreaba su ojo, de tanto que intentaba, empujaba y hasta lloraba y aquella ni gemía:

-¡Poned algo de vuestra parte!
-Yo estoy toda dispuesta.
-¡Pero afloja el orificio!
-intenta en la otra entrada, es todo un precipicio.

Pues tantas ganas tenia de meterla, que hizo el sacrificio. Así se terminó la leyenda de Don Goyo, pues las tantas segundas que no habían sido se compensaron con esa única que venía mucho de sobrepasada, que aunque estaba aguada bien recibió al extraño enemigo, que no sabía para donde moverse entre tanto campo abierto, nada resultaba cierto, mucha carne y mucho movimiento, enloquecía el soldadito de Don Goyo, y la Ana ¡Bien, gracias!, lo llenaba de sus babas y ahogado se sentía el generalito, si se salía resbalaba de nuevo para adentro, si intentaba escapar otra vez volvía a resbalar, hasta los huevos estaban quedando hervidos entre tanto calor, y humedad. Desesperaba don Goyo, Ana disfrutaba: Jamás pensó que tan torpe resultaría el famosísimo: Grande, peludo y rudo, empujó todo lo que pudo, luego trató de escapar y jamás lo logró. Después de muchos resbalones escupió el general su blanca bandera: -¡Pido paz!-

Rendido terminó Don Goyo, y lo peor: Virginal quedó un orificio. Pues salió el Sol, y ante nuevo sol, juró así don Goyo su sacrificio: “¡Por mis cojones!¡Que he de perforar ese orificio!”

Y se esforzó , toda su vida se esforzó. Años después, los niños preguntaban: “Mami, mami: ¿Qué son esas bolas que cuelgan en la puerta de doña Ana?”

Escondidos en mi garaje

Ese día era sombrío y lluvioso, yo llegaba de trabajar, como cada día a las tantas de la noche, estaba empapado de los pies a la cabeza, pues venía en moto y me había caído un chaparrón.

Al salir del garaje, la vi a ella, estaba en el portal del bloque de pisos donde ambos vivimos, cómo esperando a alguien (supuse rápidamente que sería a su novio).

Ella es una de las mejores vecinas que tengo, por no decir que la mejor, tiene treinta años, vive dos pisos debajo mía y desde muy pequeño soñaba con que fuera mía, me enamoré nada más verla por primera vez cuando empecé a vivir allí. Al principio, de pequeños, nuestra relación era extraordinaria, ella solía bajar a mi casa a jugar, junto con otra amiga, también vecina mía, y de forma inocente estábamos muy unidos, aunque yo sentía algo más que amistad y creo que ella lo notaba. Con los años nos hemos ido separando y dejando de hablar, ahora simplemente nos dedicamos un saludo cuando nos cruzamos en alguna parte del edificio, generalmente al entrar y salir del mismo o en el ascensor. Cada uno tenemos nuestra pareja desde hace ya tiempo, pero yo, todavía, cuando la veo me pongo enfermo puesto que, si antes estaba de muerte, ahora está buenísima. Ella es más alta que yo, de piel morena y suave, pelo oscuro, ojos negros, las facciones de su cuerpo son perfectas, pechos redondos y duros, culo pequeño y respingón, labios carnosos, cadera y cintura finas y piernas largas, en fin, buenísima.

Como iba diciendo, la ví en el portal de mi casa, enseguida nos cruzamos las miradas yo para entrar y ella para dejarme paso saludándonos, cuando de repente me dijo:

– Vienes empapado ¿eh?

Me quedé atónito, y respondí inmediatamente:

– Sí, es que me ha caído una buena mientras venía.

Me quedé sorprendido de mi propia respuesta, que no era gran cosa, pero hacia años que no mantenía una conversación con ella, así que aproveché y la seguí:

– Y tu, ¿No tienes frió ahí, qué estás esperando a tu novio?

– Llevo esperándolo un buen rato, y ya lleva 20 minutos de retraso, ¡Me tiene harta!

– Bueno, no será para tanto, aunque creo que si sigues esperando ahí fuera te vas a congelar, yo que tú, me metería mejor dentro.

– Tienes razón

Por un momento se quedo todo en silencio, nuestras miradas estaban cruzadas, ninguno de los dos dijo nada, solo se oía el fuerte murmullo de la lluvia al caer…

Noté como se marcaban sus pezones, por el frió, a través de la camisa. Mientras, a mí me caían las gotas de agua por la cara y la ropa se me pegaba cada vez más al cuerpo, tanto que se podía apreciar mis notables pectorales, hombros y bíceps, fruto de tantos años en el gimnasio.
Sin mediar palabra ocurrió mi mayor sueño, ella se acercó a mí y cogiéndome por la parte trasera del cuello me arrastró hacia sus labios rojos, jugosos y que pesar del frió estaban muy calientes, y me besó. Fue un beso intenso, sabroso, nuestras lenguas jugueteaban de su boca y la mía sin cesar, dejé caer la mochila al suelo y la agarré fuertemente por a cintura y ella mi por la cabeza, entonces ella paró por un momento de besarme y me susurró al odio

– Te deseo desde que entraste por primera vez en esta casa

En un principio me quede de piedra, sin fuerzas pero enseguida me recompuse y comencé a besarle el cuello, notaba su perfume, el calor de su piel, empecé a morderle el hombro dejando caer el tirante del vestido hacia abajo y descubriendo parte de su pecho, era de piel morena con una leve señal blanca del bikini (algo que me excita muchísimo). Mientras ella metía la mano debajo de mi camiseta mojada haciéndome sentir la calidez de sus manos en mi espalda helada. De repente, se apartó de mi y me dijo

– Mi novio puede llegar y no me gustaría que interrumpiese esto

– No te preocupes vayámonos al garaje, allí seguro que no nos encuentra Respondí yo, ni corto ni perezoso.

Así que nos metimos en el garaje del cual había salido hacía unos minutos, no andamos ni un par de plazas cuando ella me empujó para uno de los coches que estaban aparcados y comenzó a besarme euforicamente, quitándome la camiseta y dejando mi pecho al descubierto. Me acariciaba el abdomen y los pectorales mientras que me mordisqueaba el cuello, yo comencé a bajarle los tirantes del vestido, de nuevo, dejando sus pechos totalmente al descubierto, me solté de sus manos y la empujé a ella hacia el coche para poder lamer esos pezones sonrojados y duros de excitación, empecé a morder sus pechos, chuparlos, refregarme con ellos, le subí la falda, viendo el tanga que llevaba puesto y rápidamente se lo quité, me puse de rodillas y empecé a comerle el coño, ella gemía cada vez más de placer, yo chupaba y penetraba su sexo con mi lengua, mientras ella me apretaba la cabeza contra su vientre y me decía que siguiese, y seguí, y seguí hasta que llegando al orgasmo derramo su flujo sobre mi cara, era caliente y sabroso, así que no pare de chupar, ella se estremecía de placer, tanto que calló exhausta al suelo. En cuanto se vio en el suelo, y a mi delante de ella, sin camiseta, me grito que la follara, así que me bajé los pantalones dejando mi miembro fuera, mojado e hinchado y la penetré sin más, ella me rodeo con sus piernas y yo en un golpe de penetración la levante agarrándola con mis brazos y mi pene, y la acosté sobre un coche. Empezamos a follar como locos mientras se la metía, masajeaba sus tetas erguidas, que se movían hacia delante y detrás, ella se agarraba al coche y gritaba gemidos de placer, llegando a su segundo orgasmo y liberando su flujo con mi pene dentro, que al notar ese calor mojado hizo que llegase yo también corriéndome dentro de ella e intercambiando nuestro aliento más íntimo.

Nos quedamos por un momento quietos, los dos, ella abrazándome debajo de mí que caía encima de ella cansado, pero aún con el pene dentro.

– Ahora, tienes que relajar el cacharro un poco ¿no?

Me dijo al oído sacándome de dentro de ella y tirándome a un lado del capó del coche. Cogió mi pene fláccido de la relación y empezó a lamerlo, de arriba a abajo, poco a poco, me rodeo con sus labios el glande y empezó a enrollar su lengua en el como si estuviese dándole un beso de tornillo, cuando mi miembro volvió a endurecerse, aun más que la primera vez, comenzó a meterselo en la boca totalmente masajeando y succionandolo con sus labios y su lengua, cuando note que me iba a correr se lo dije y ella se retiró, oprimiéndome la parte baja de la pelvis para que no llegase aun, entonces saltó encima mía y a espaldas a mí, y empezó a follarme, como un potro salvaje, comenzó a moverse hacia delante y atrás y en círculos, dejándome rebosante de placer, mientras me oprimía la pelvis fuertemente con sus pulgares retrasándome el segundo orgasmo, entonces fue cuando ella en un voluptuoso gemido delató su tercer orgasmo soltando mi pelvis y dejando así que yo llegase al mismo tiempo, corriéndome nuevamente dentro de ella.

Al cabo de unos quince minutos (tiempo de recuperarnos) salimos del garaje y viendo como su novio venía a lo lejos, sin percatarse de nada, se despidió de mi con un guiño.

Desde aquel día, cada vez que nos cruzamos, el saludo va acompañado de una sonrisa muy especial, y un pensamiento secreto que nunca sabrá nadie, excepto nosotros.

La Gatita del Parque

Aquella noche salí de casa mas contento que un niño con una bicicleta nueva. Con mucho esfuerzo, haciendo mas horas que un reloj en la tienda de animales, había conseguido ahorrar un poco de dinero para comprarme la cámara digital más moderna del mercado. Estaba seguro de que iba a ser una buena herramienta para completar mi carrera de veterinaria con un trabajo audiovisual.
Inmerso en la proximidad de los exámenes finales, en la presentación libre, estaba a punto de terminar un trabajo sobre el comportamiento de los gatos en libertad, y que mejor que un buen reportaje para acompañar a la tesis que esperaba me diera él titulo de veterinario.
Casi anochecía cuando llegue a las puertas del gran parque situado en un extremo de la ciudad, lugar conocido de todo el mundo, y frecuentado, además de por incontables gatos callejeros, por infinidad de parejas que buscan la oscuridad para llevar a cabo sus juegos amorosos.
La temperatura era agradable, y para hacer tiempo de que fuera noche cerrada, me senté en la terraza de un bar a la entrada del frondoso recinto. No sabia el tiempo que me podía costar el espiar a los gatos, tan recelosos como son, antes de que pudiera grabar sus correrías nocturnas sin que salieran corriendo a ocultarse ante mi presencia.
Mientras tomaba una refrescante cerveza, estuve revisando por ultima vez antes de la gran prueba el funcionamiento de la cámara. Me interesaba particularmente el modo de grabación con la mínima luz, ya que tampoco era cuestión de pasarse media noche en el parque detrás de los gatos para que luego no se viera nada en el video.
Al rato, caí en la cuenta de que en una mesa cercana, me observaba una chica que bebía un refresco despreocupadamente. La mire unos segundos y ella aparto los ojos con rapidez, sintiéndose descubierta en su curiosidad, no sé si por mí o por el artefacto que no dejaba de manipular entre mis manos.
Era verdaderamente hermosa, paradójicamente, se me antojo que tenia cierta cara de gata, con la barbilla afilada, la nariz pequeña, y unos ojos oscuros que a medida que iba cayendo la noche me parecían más enigmáticos. Todo su rostro lo rodeaba una larga cabellera de pelo negro, que le caía hasta la mitad de la espalda, tras un holgado recogido con un pañuelo a la altura de la nuca.
Confieso que me quede demasiado tiempo embobado mirándola, y ella, tan atenta como los gatos, volvió a dirigir hacia mí sus ojos por un instante y de inmediato giro su carita felina hacia las puertas del parque, supongo que molesta por mi insistente contemplación sobre ella, que en ningún momento era de descaro, sino de admiración ante unos típicos rasgos del sur que se presentaban como una delicia para mis ojos.
Vestía una blusa a cuadros blancos y azules, bastante ajustada en la cintura, que le hacia destacar unos pechos de tamaño mediano y extremadamente firmes, unos centímetros mas abajo de dos botones sueltos que mostraban un escote y el principio de un canalillo donde me hubiera gustado de verdad meter las narices y algo más.
Sentada como estaba, bien recostada en el respaldo de la silla metálica, con una pierna cruzada sobre la rodilla de la otra, una larga falda de color marrón dibujaba una sutil cintura y unos muslos prácticamente perfectos, que terminaban en un culo que, por lo poco que podía ver desde mi posición, me imaginaba que debía de ser un diamante en bruto.
Todo el conjunto se completaba con unas altas botas de tacón, marrones como la falda, y que desaparecían debajo de esta al caerle un poco mas debajo de las rodillas. Ese era el toque, junto con el pequeño bolsito a jugo que descansaba sobre sus piernas, que le quitaba un poco esa apariencia de gata y la convertía en tigresa.
Pues así de embelesado estaba yo contemplando aquella belleza, cuando una figura masculina apareció desde mi lado derecho y se me antojaba que se dirigía directamente a mí. ¡¡Joder!! Este debe de ser el chorvo de la morena -pensé yo aun medio embobado- Seguro que me ha visto como la miraba, y habrá reparado en la cámara de video que tengo en las manos, y ahora me va a montar un pollo impresionante.
Cuando estuvo a mi altura, dirigió una fugaz mirada a la cámara y continuo su camino directamente hacia la chica, con sus manos enfundadas en los bolsillos de un pantalón de pinzas de color claro y un jersey veraniego negro que le daba cierto aire de ligón. Yo respire aliviado, y volví a concentrar mi atención en la maquina que aun conservaba encendida entre las manos.
– Hola, me llamo Paco -escuche que le decía el recién llegado a la morena ajustándose unas gafas de montura metálica que le daban también un toque intelectual- Me pregunto si a un monumento como tu le molestaría que la invitara y me sentara a charlar un rato contigo.
¡¡Me cago en todo lo que se menea!! La tía estaba sola, y yo me he quedado mirándola como un gilipollas, esperando que el primer mamonazo que pasara por aquí se la enrollara. ¡¡Joder!! Debo de ser tonto del culo.
– Yo me llamo Gabi -le estaba contestando ella con una suave voz- y la cerveza ya esta pagada, pero si quieres sentarte unos minutos… por mí, adelante. Aunque estaba a punto de marcharme.
Lo que yo te diga, si voy a un concurso de lelos, no lo gano precisamente por ser lelo. Seguro que la morenaza esta estaba esperando a que le dijera algo, y por cazurro se me ha adelantado este guapito, que además seguro que en menos de media hora sé la esta cepillando.
Cabreado como un mono, guarde la cámara en su estuche y me marche de allí. Me introduje en el oscuro parque y comencé a forzar mis ojos en las penumbras en busca de alguna cuadrilla de gatos que me proporcionara un buen material para mi trabajo de fin de carrera. Mal por mal, la concentración que puse en escuchar cualquier ruido en la noche, hizo que me olvidara de lo palurdo que había sido hacia unos minutos.
Anduve un buen rato sigilosamente por detrás de los setos que rodeaban los distintos caminos del desierto parque. De pronto, un hermoso animal de pelo pardo, con el rabo totalmente levantado, atravesó por delante de mí como fiera a la que persigue el diablo. Unos segundos después, otros tres gatos la seguían a la carrera.
Perfecto, esto es lo que estaba buscando, una gata en celo y varios pretendientes que se la disputaban. Unos metros mas adelante, en una especie de paseo sin salida, coronado por un único banco de madera y una farola eran franqueados por los frondosos setos en forma de U. La gata, perseguida por sus Don Juanes, paso veloz por entre los dos y desapareció de mi vista tras el verde follaje.
Cuidadosamente me fui acercando con la videocámara ya encendida, y al levantar mi cabeza por encima del ramaje, pude ver a la gata casi acorralada contra una verja con los tres pretendientes dispuestos a saltar sobre ella. Sin pensarlo dos veces, me acurruque tras la arboleda y me dispuse a recoger con la grabadora lo que prometía ser una orgía gatuna.
Rápidamente, me sorprendió ver que los machos no se disputaban a la gata caliente, incluso uno, el menor en corpulencia, desapareció súbitamente del plano que recogía la videocámara, y aun me sorprendió mas cuando comprobé que el gato mas decidido empezaba a cortejar a la hembra mientras el otro animal se quedaba parsimoniosamente contemplando como se le escapaba la cogida de esa noche.
Me resulto incluso gracioso. Al gato tonto este le esta pasando como a mí -pensé sonriendo para mis adentros- por quedarse pasmado le han quitado el ligue. Y mientras tanto, el gato mas decidido iba rondando a la gatita que ya daba muestras de dejarse querer.
La tecnología de la cámara era una maravilla. Veía claramente en la pantalla digital el cortejo entre la felina pareja como si estuviera a plena luz del día. Estaba ajustando el zoom para recoger la amorosa escena de la manera más conveniente cuando creí escuchar el leve ruido de unos pasos que se acercaban por el camino.
Levante un poco la cabeza y me quede de piedra al comprobar que la morena que me havia hipnotizado en la terraza del bar de la entrada del parque se acercaba paseando tranquilamente por el camino acompañada del guaperas que se le había presentado como «Paco».
¡¡¡Coño!!! ¿Y ahora que hago yo? Vienen directamente hacia aquí. El camino no se desvía hacia ningún otro sitio. -La incertidumbre y la sorpresa bloqueaba mis piernas y era incapaz de moverme- ¡¡Mierda!! Seguro que vienen a pegarse el filetazo a este banco, y como me descubra el de las gafitas, ahora si que me va a montar una buena bronca.
Casi sin respirar para no hacer ruido, me acurruque tras los setos pensando que con suerte, se darían cuatro besos y se marcharían a calmar su calentura a otro sitio. A pocos metros de mí, los dos gatos empezaban a relamerse mutuamente como preámbulo de sus desahogos, mientras, el otro imbécil animal, seguía mirándolos atentamente.
La otra pareja, es decir, Gabi, si yo no lo había entendido mal, y Paco, tal como el mismo se había presentado, llegaban en ese momento al otro lado de los setos que me ocultaban. La morenaza se dio la vuelta y apoyo su espalda en la farola, y sin mediar palabra, agarro con una mano el cuello del gafitas y le soltó un morreo con lengua de los que te quitan el hipo.
Yo me quede boquiabierto. A ambos lados del pie de la farola se distinguía uno de los mejores culos y más bien formados que he visto en mi vida, y unos centímetros mas arriba, las manos del hombre, acariciaban sensualmente la cintura de aquella belleza con cara de gata, que mientras le besaba, introducía sus dedos por entre el cabello de su ligue.
¡¡A tomar por culo la bicicleta!! Esto es mucho más interesante que el apareamiento de los gatos -pensaba yo en esos momentos con un punto de nerviosismo- Arrodillado en el suelo, escondido entre el follaje, empecé a manipular los controles de la cámara para recoger la escena de los dos tortolitos, y no me refiero precisamente a los gatos.
Justo acababa de enfocar a la acaramelada pareja, cuando las manos de aquel chulito al que le había tocado la lotería en forma de mujer, acariciaba y apretaba el culo de la chica por encima de su larga falda. Al mismo tiempo, y mientras ella seguía jugando con el pelo del chaval entre sus dedos, este restregaba su paquete contra el pubis de la morena y le pasaba lascivamente la lengua por el cuello.
Me sentía casi como un delincuente allí escondido. Sin apartar la cámara de la pareja, di un rápido vistazo a los alrededores. El gato, el de verdad, el animal, montaba ya a esas alturas a su felina conquista y le estaba proporcionando un mete saca digno de publicar en el National Geografic.
Pero al otro lado de los setos, el documento grafico se presentaba aun mejor. Aquel afortunado mozalbete no perdía el tiempo con la morena. Muy hábilmente, sin dejar de sóbrale el culo en toda su extensión a la chica, se las había ingeniado para desabrocharle todos los botones de la blusita a cuadros, y hasta había encontrado entre aquellas maravillosas tetas el cierre delantero de un precioso sujetador negro.
La gatita morena se estaba poniendo las botas con aquel tío. Le agarraba la cabeza con las dos manos y la dirigía alternativamente de uno a otro pezón. Como le estaría comiendo las tetas aquel afortunado chaval que hasta las gafas se le salían del sitio, y pasaba olímpicamente de colocárselas por no dejar de magrear aquel espléndido culo que apretaba con fuerza con sus manos.
Claro que ella tampoco perdía el tiempo. Habiendo liberado por un momento la cabeza del gafitas, luchaba afanosamente por abrirse camino bajo el pantalón de pinzas de su Romeo, y por el significativo gemido que emitió al conseguirlo, debía de gustarle mucho lo que estaba palpando.
La escena se calentaba a cada segundo, ¡¡Joder!! Se calentaba incluso la cámara de video, o quizás era yo el que empezaba a notar como me subía la libido mirando la pantalla digital y comprobando el estado de las baterías para estar seguro de no quedarme a medias en la grabación de tal acontecimiento.
De repente, la morenaza, que ya debía de estar mas caliente que el mango de una sartén, empezó a deslizar su espalda a lo largo de la farola hasta que quedo en cuclillas frente al muchacho. Agarro su pantalón y sus slips de un tirón se los dejo a la altura de las rodillas, contemplo un instante la polla que tenia ante los ojos, y decididamente se la metió en la boca y empezó a chupar como si no hubiera visto un rabo en varios meses.
Yo ya me estaba poniendo malo contemplando la lujuriosa mamada en la pantalla de la cámara. ¡¡Vaya!! -admití sinceramente- Hay que reconocer que el ligón de playa este tiene una buena herramienta, y no da la impresión de que la zorrita esta se vaya a conformar con metérsela solo en la boca.
El feliz cabroncete que me había quitado el ligue se apoyaba con una mano en la farola, mientras que con la otra agarraba la cabeza de la chica y la dirigía en sus movimientos de succión acompasadamente con las caderas. Aun cuando estaba poniendo una cara de tonto impresionante, lo cierto es que con el suave ritmo que se habían impuesto, la nariz de la gatita llegaba a tocar el bajo vientre del chaval de tanto que se la metía en la boca.
Ella jugueteaba con los huevos de su improvisado amante mientras su otra mano recogía su falda hasta la cintura para dejar ver unas piernas que más de una modelo hubiera querido para sí. Continuo sus caricias hasta llegar a su entrepierna y sin dejar un solo instante de comerse aquella enorme verga, comenzó a acariciarse por encima de las bragas.
Así estuvieron unos minutos, y por los ahogados gemidos que la morena emitía debido a tener en todo momento su boca llena de polla, creo que al menos un par de sus dedos estaban haciendo un buen trabajo dentro de su coño, ya que su mano se movía a velocidad de vértigo entre sus abiertas piernas.
Debió de darse cuenta el afortunado chaval de que si no cambiaba la situación, en breves momentos iba a descargar toda su leche dentro de la boquita de aquella gata en celo, que a esas alturas ya era mas bien una tigresa devorando a su macho. El supuesto Paco entonces, la detuvo sacando el miembro de aquel agujero y la condujo rápidamente al banco de madera que había a escaso metro y medio de la farola.
Eso me jodio un poco, ya que desde donde estaba lo único que veía era la parte posterior de dicho asiento. Sigilosamente, y tras comprobar sin proponérmelo que la pareja de gatos que había a mi espalda aun continuaban con su frenética follada, me arrastre casi hasta situarme en el extremo de aquella U que formaban los setos por el lado de la farola.
No me había perdido mucho. La tigresa Gabi se había tumbado en el banco y se ofrecía descaradamente al chico con las piernas totalmente abiertas, una en el suelo y la otra apoyada en la parte mas alta del respaldo del asiento, y sus manos sujetaban firmemente a un lado del coño unas bragas negras en lo que era una inequívoca invitación para que su amiguito se comiera lo que tanto estaba deseando.
Él chaval no se corto ni un pelo. Arrodillado en el suelo, con el culo al aire, hundió la cabeza entre las piernas de la morena, y se lió a dar lametazos a diestro y siniestro por todo aquel chochito que se le estaba ofreciendo, y ahora si que corría serios riesgos de perder las gafas en aquel afán de pasar su lengua por cada rincón de las intimidades de la chica.
La morena, o Gabi, o como quiera que se llamara la gata, aferró nuevamente la cabeza del gafitas, y acompañándolo suavemente con el movimiento de sus caderas, lo guiaba para que la lengua del mozo se deslizara lo máximo posible por entre sus labios vaginales, y a juzgar por como gemía la tía, el chaval debía de saber muy bien lo que estaba haciendo.
Estaban los dos locos de lujuria. Podrían haber aparecido una docena de personas en el parque y ponerse a mirar, y ellos no se habrían dado cuenta de nada. Yo incluso temía que los jadeos y gemidos que escapaban de la boca de la morena, alertaran a alguno de los vigilantes nocturnos y me estropearan el espectáculo.
Con toda la cara empapada con los flujos que salían de entre las piernas de la chavala, el tal Paco se dedicaba ahora a masturbarla metiendole un par de dedos dentro del coño, mientras su lengua y sus labios continuaban jugueteando con el clítoris de la muchacha, que daba significativas muestras de estárselo pasando en grande y a punto de correrse en la cara de su amigo.
Pero aunque yo aquí me burle simpáticamente del cabroncete que me había robado a buen seguro el mejor polvo de mi vida, lo cierto es que el tío sabia manejar bien a la dama, y antes de que ella llegara al inminente orgasmo que se avecinaba, saco la cabeza de entre sus piernas y se sentó en el banco indicándole a ella que había llegado el momento de follarsela como es debido.
Entonces la morenaza, arrodillada sobre el banco, se sentó sobre las piernas del chaval, y al tiempo que con una mano dirigía nuevamente la cabeza de este hacia sus tetas, con la otra le agarraba la polla y se la colocaba en la entrada de su húmedo coño, con la intención de llenarlo con aquel empalmado rabo inmediatamente.
La chica abrió la boca en todo lo que sus mandíbulas se lo permitían y mientras dejaba escapar un ahogado grito, fue deslizando su cuerpo hacia abajo hasta que la dura herramienta del mozo se alojo en lo más hondo de su vagina, y mientras le restregaba al chaval las tetas por toda la cara, empezó a dar secos golpes de cadera acompañados de significativos gemidos de placer.
El afortunado mozo, chupaba, relamía y mordía los pezones de la gata que lo cabalgaba sin soltarle la cabeza que iba pasando alternativamente de uno a otro seno. Con sus manos libres, él chaval agarraba fuertemente las nalgas de la chica y sujetaban su falda a la altura de la cintura, propiciando así que mi cámara grabara la increíble follada en todo su esplendor.
¡¡Dios!! Vaya escena que estaba registrando en la memoria de la videocámara. No me cabía la menor duda de que era la morena la que se estaba follando al gafitas, y el pobre hacia lo que podía por seguirle el ritmo a la caliente hembra que tenia sobre el rabo. Si en vez de estar jodiendo en un banco de madera estuvieran en una cama con colchón, los vaivenes de la pareja hubieran sido bestiales.
A medida que pasaban los minutos, aquella tigresa me sorprendía cada vez mas por sus ansias de sexo. Y creo que al mozo le ocurrió lo mismo cuando la chica agarro una de las manos del chaval y la dirigió lascivamente hacia la entrada de su culo sin dejar de menear vigorosamente su cuerpo contra el guapito.
El muchacho, que ya se veía en inferioridad de condiciones debido al ímpetu con que la tía casi le estaba violando, empezó a acariciar con su dedo corazón aquel rinconcito trasero que también le estaba pidiendo caña, y en escasos segundos, comenzó a abrirse camino para deleite de la desbocada gata que no paraba de pedirle mas y más polla.
La gran cantidad de flujos que corrían por entre las piernas de los dos, facilitaron rápidamente una lubricación ideal en el culo de la morena, que seguía sujetando la mano del muchacho y se la empujaba acompasadamente hasta que consiguió que los nudillos del joven empezaran a chocar con sus nalgas.
Si mi cámara no hubiera sido de ultima tecnología, las imágenes hubieran salido totalmente borrosas a causa de la velocidad de folleteo que la morena le estaba imprimiendo a su amante, y no se quedaba atrás con la mano que entraba y salía con violencia en su ya dilatado ano.
Mientras Gabi aparentaba estar fresca como una rosa después del rato que llevaba cabalgando al chico, este empezaba a dar significativas muestras de agotamiento. Tenia las gafas torcidas y a la altura de la frente, mientras paseaba la lengua por los pechos de la chica totalmente ciego de lujuria y sin saber exactamente de que lado era la teta se estaba comiendo.
Claro que yo tampoco estaba como para lanzar cohetes. Tenia las piernas entumecidas de estar tanto rato agazapado tras los setos que bordeaban el banco y la farola, por no hablar del dolor de huevos que empezaba a atormentarme debido a la calentura que me había producido el asistir como voyeur en aquel polvo.
En un momento dado, tras un golpe seco de la morena contra la pelvis del chaval, esta soltó un significativo alarido y se quedo totalmente quieta, con el rabo de su ligue incrustado en lo mas profundo de su coño y un dedo acomodado e inmóvil en su trasero. No habían pronunciado una sola palabra, pero era evidente que Gabi acababa de tener un orgasmo de película porno.
Aun así, yo seguí grabando toda la escena, y no estoy seguro de que aquel joven ligón hubiera descargado su lechecita dentro de la morenaza que tenia sobre sus piernas, aunque a juzgas por la cara de empanao que ponía mientras se colocaba las gafas en su sitio, yo diría que había disfrutado como un cabrón.
La chica le soltó otro morreo que casi lo ahoga y se sentó a su lado en el banco. Durante unos minutos se arreglaron las ropas como pudieron y sin mediar palabra se alejaron tranquilamente uno al lado del otro por el mismo camino por donde habían venido.
Cuando ya habían desaparecido de mi vista, apague la cámara y me puse en pie con dificultad a causa del dolor que recorría mis rodillas. Mire hacia atrás y comprobé que la pareja de gatos, los de verdad, habían desaparecido sin dejar el menor rastro tras su aventura nocturna. Sin embargo, aun quedaba un detalle que me llamo la atención.
Unos metros detrás de mí, el animalito que se había quedado sin gatita por no decidirse a cortejarla, permanecía allí, inmóvil, contemplándome en la oscuridad, como si intentara decirme algo.
Lo cierto es que la escena era graciosa, los dos nos había pasado lo mismo, habíamos perdido a nuestras gatas por indecisión. Me reí para mis adentros e incluso estuve tentado de llevarme al animal a casa e invitarle a una latita de sardinas en conserva.
Al fin y al cabo, casi hubiera sido una acción de solidaridad, ya que estábamos en igualdad de condiciones y cada uno miraba al otro pensando cual de los dos había sido más gilipollas esa noche.

En el tren

Ella se levanta y sale del compartimiento por el calor asfixiante. No hay nadie en el pasillo. El sol entra a través de la ventanilla del tren. Aún está sudando, no sabe si a causa del calor o por el sueño que la ha despertado con la evidencia inquietante de insatisfacción. Suda; la ropa se ajusta a su cuerpo como una segunda piel. Abre la ventanilla y deja que el aire seque su rostro y desordene sus cabellos. Poco a poco va recordando lo que soñaba.

El joven que se había sentado frente a ella, ojos azules y atormentados, brazos vigorosos, movía su lengua ansiosa dándole suaves golpes a su clítoris encendido. La sensación había sido tan fuerte que se mordió los labios hasta sangrar y despertó encontrándose a sus dedos jugando con la braguita, por debajo del vestido. Miró alrededor alarmada.

Todos dormían. ¿También el muchacho? Lo espió sin disimulo. La volvía loca su aspecto desamparado y sus labios perfectos. Seguro que no estaba durmiendo. Seguro que la contemplaba a hurtadillas, cuando ella no miraba. Cerró los ojos. Subió más aún su falda. Abrió sus muslos sedosos hasta dejar al descubierto el deseo que se escondía entre sus piernas. Se acarició sensualmente por encima de las bragas celestes y abrió los ojos. Había acertado. El joven había cerrado los ojos rápidamente, pero el color rojizo de su cara lo delataba. Y también el bulto que se hinchaba por momentos dentro de su bragueta. Lo miró intensamente y se humedeció los labios. Entonces pareció darse cuenta de la situación.

¿Pero qué estaba haciendo? Sintió vergüenza de sí misma y fue entonces cuando salió al pasillo. Mientras ve pasar los campos de girasoles a través de la ventanilla piensa en su comportamiento. ¿Por qué lo ha hecho? Ella nunca es así. Más bien se muestra un tanto reprimida en sus relaciones sexuales. Pero no puede evitarlo: cada vez que viaja en tren su libido se desboca. Aún recuerda la escena de una película en la que un desconocido hace el amor a la protagonista sin que ésta se gire ni por un momento para ver quién la está follando. Inconscientemente arquea su espalda y echa su culo hacia atrás. Y entonces lo siente. Primero un roce. Luego un contacto más firme. Unas manos grandes acariciándole el trasero. El muchacho del compartimento, sin duda.

Entonces decide no averiguarlo. Como en la película que recuerda, se jura no volver la cabeza ni una sola vez para saber quién la está acariciando con tanto ardor. Más que su masaje, éste pensamiento morboso le abre el grifo de sus jugos interiores, que inundan sus bragas. El desconocido sabe bien lo que hace. Su ritmo es lento, pero no cansino. Avanza sin pausa, abarcando cada vez más cuerpo conquistado. Sus manos rozan apenas la cara interna de sus muslos y se dirigen rápidamente hacia sus caderas, se detienen unos instantes y avanzan hasta sus pechos.

Ella suspira. Nota los dedos hábiles pellizcándole los pezones. La mujer gime, abre la boca, cierra los ojos. El hombre le está masajeando ahora su zona pélvica. Los dedos, como exploradores, se cuelan entre la tela de sus braguitas, se introducen apenas en su coño, localizan el clítoris erecto. Ella piensa que se va a correr en unos segundos. Siente que el hombre le baja las bragas y se pega a su culo. Nota su polla viva presionando sobre ella. Le gustaría darse la vuelta y liberarla de su prisión de tela.

Se imagina desabrochando su correa, bajándole la cremallera de los pantalones, abarcar en su mano el pene enhiesto, tragársela toda hasta la garganta y ensalivarla, apretar la cabeza entre sus labios. Pero se ha prometido a sí misma, no girarse. En vez de eso, es el hombre quien le acerca la lengua por detrás y, apartando las nalgas con sus manos, lame toda la zona. ¿Cómo podía tener una lengua tan larga y tan cálida? Nota cómo las piernas le empiezan a temblar y el orgasmo se acerca. Entonces oye una voz que le dice:
– No creas que vas a correrte ya. Quiero que me la chupes antes. Trágate mi polla entera.
Ella le replica, al borde del paroxismo:
– No me voy a dar la vuelta, hijo de puta. Fóllame si quieres. Clávame contra el cristal, pero no quiero ver tu cara. Si quieres correrte conmigo métemela hasta que me revientes.

El pitido del tren indica que se acercan a la estación. Pronto empezarían a despertarse los pasajeros y el pasillo se llenaría de gente. Entonces siente la enorme polla del desconocido abriéndose camino a través de las paredes vaginales. Está tan mojada que no encuentra obstáculo alguno y entra hasta tocar la matriz.
– Aaaaaaaahhhhhhhh!
Su grito se funde con un nuevo pitido del tren. Es demasiado para ella, pero la sensación de peligro le retiene el orgasmo. El hombre folla con destreza. Introduce su sexo hambriento y lo retira pleno de poder y jugos. Está seguro de sí mismo, nada que ver con la imagen que se había formado del muchacho del compartimento. Sus movimientos son ajustados, potentes, profundos.

El tren está llegando a la estación, pero parece que nadie sale al corredor. Bendita siesta. Bendito calor que los mantiene amodorrados. El desconocido está moviendo de nuevo sus manos expertas. Moja los dedos en la boca de la mujer, eriza sus pezones, frota el clítoris. Siente que no puede más y cuando advierte que los movimientos se aceleran, se deja llevar al fin. Ambos gritan cuando pasan por la estación. Puede ver los rostros de la gente, fuera del tren, que la miran asombrados. La polla desconocida dispara chorros inagotables de semen dentro de su coño. Ella grita más:
– ¡Mmmmmmmmmmmsíiiiiiiiiiii!!! ¡Me corro! ¡Sí, sí, sí. Sí!!!! ¡Rómpeme!!! ¡Ahhhhhh!!
Su cuerpo se relaja, sus ojos se cierran de nuevo. Cuando al fin los abre de nuevo, el tren ha parado la marcha. El desconocido ha desaparecido. Sube sus bragas mojadísimas de mil jugos y olores. Se da la vuelta al fin para recoger las cosas del compartimento. En ese momento sale el joven, que la mira con timidez y se aleja.

La Entrevista

El día que acudí a la entrevista, estaba algo nervioso porque necesitaba urgentemente encontrar un trabajo. A pesar de ello, todo fue sobre ruedas quizás porque mi nerviosismo quedó superado por un cierto grado de excitación al comprobar quién iba a ser mi jefa, Elena. Se trataba de una asesoría pequeña, donde sólo trabajaban ella y su marido y buscaban a alguien que les sirviera de apoyo, dado que la empresa empezaba a despegar.
Elena no era particularmente bella o atractiva, pero desprendía un aire de sensualidad contenida que logró que mis ojos no se apartaran de ella en toda la entrevista, aunque su marido también estaba presente. Menos mal que fue ella quién dirigió toda la conversación desde un principio, porque si no hubiera sido algo sospechoso el que no apartara los ojos de su cara, aunque requerí de una gran concentración para no dirigirme hacia otras partes de su anatomía.
Tras la entrevista, parece ser que todos quedamos satisfechos. Me gustaba el trabajo que me ofrecían y el sueldo no estaba nada mal. Ellos parecían satisfechos con mi currículum y me confesaron que era la persona que mejor impresión les había causado de todas las que habían acudido, y que si decidían contar conmigo me llamarían en pocos días, si bien Elena me lanzó un «tienes muchas posibilidades» mirándome directamente a los ojos que casi me convenció de mi ingreso en la empresa.
Dos días después, recibí la llamada. Elena en persona me comunicó que podía incorporarme mañana mismo, y me advirtió que acudiera bien vestido al trabajo porque teníamos que estar de cara al público y la imagen era una cosa fundamental, y añadió «bastará que vengas tal y como ibas en la entrevista, porque seguro que vas a causar buena imp primeros días de trabajo fueron de adaptación a la nueva situación, tanto por su parte como por la suya.
Me delimitaron mis tareas y me explicaron muy básicamente los detalles de la oficina. Desde el principio, me encontré a gusto con el trabajo, si bien sólo me incomodaba el que mi jefa se mostraba totalmente aséptica, amable, pero distante al tiempo, lo que me hizo dudar de sí me había imaginado cosas que no eran realidad. Sin embargo, poco a poco fui dándome cuenta de que no era así.
A partir de las dos semanas, mi jefa cada día vestía con mayor agresividad, siempre dentro de unos límites, pero los escotes y las minifaldas empezaron a aparecer cada vez más a menudo. Es más, en multitud de ocasiones y con la excusa de preguntarme por mi opinión, se acercaba a mi mesa y me deleitaba con unas profundas visiones de su escote y con algún otro roce descuidado de sus tetas en mi hombro de una forma cada vez más atrevida, coincidiendo con las salidas de su marido al archivo contiguo o a la calle.
Y como su mesa estaba contigua y muy cercana a la mía, también me ofrecía una respetable visión de sus torneadas piernas que no paraba de cruzar y mover para que contemplara la textura y el tacto que debían tener esos muslos de ensueño.
Era tal la situación que había momentos en que no podía concentrarme en el trabajo de tan empalmado que estaba, cosa de la cual ella se daba cuenta porque siempre buscaba alguna excusa para hacerme levantar de mi mesa-refugio cuando más rígido se encontraba mi aparato. No sabía qué hacer, porque si me equivocaba en sus intenciones, podía mandar el trabajo a la mierda, cosa no muy recomendable, pero tampoco me quitaba de la cabeza ese cuerpo que deseaba poseer y hacerlo mío.
No fueron pocas las noches en que llegaba a casa y lo primero que hacía era masturbarme furiosamente para desahogar toda la tensión del día, pensando en cómo sería follarme a Elena una y otra vez, penetrándola por todos sus orificios y llenándola de semen hasta caer rendidos. Las manchas en el sofá son testigo de mis venidas nocturnas.
Finalmente, un viernes de octubre mis dudas quedaron disipadas. Juan, el marido de Elena, era el encargado de visitar a los clientes, por lo que frecuentemente se ausentaba de la oficina.
Ese día, cerca de las dos de la tarde, Juan llamó a Elena para decirle que no le iba a dar tiempo a volver a la oficina, que comería en cualquier sitio y que volvería sobre las seis de la tarde porque tenía que hacer varias visitas a clientes de una ciudad vecina. Cuando dieron las dos y me disponía a apagar el ordenador para irme a comer a casa, observé cómo Elena se acercaba a la puerta de entrada y echaba el cerrojo interior, al tiempo que me miraba con una expresión pícara en la cara.
Una lucecita amarilla se encendió en mi mente, y mi polla dio un salto dentro de mis pantalones ante la perspectiva que se planteó inmediatamente en mi cabeza. Elena fue acercándose a mi mesa al tiempo que me hablaba: – Erick, no vamos a andarnos con rodeos. Sabes que me atraes mucho, y yo sé que estás deseando follarme desde la primera vez que nos vimos. No estaba segura al principio, pero he comprobado cómo has reaccionado ante mis insinuaciones. He visto el estado de tu aparato muchas veces, y me mojaba sólo de pensar en enterrarla hasta lo más profundo de mi interior. Sé que te preocupan mi marido y el trabajo, no sé en qué orden, pero te aseguro que lo que pase entre estas cuatro paredes, quedará únicamente entre nosotros.
Mientras me decía todo eso, mi polla estaba cada vez más dura y mi lujuria se desbordaba por momentos. Sus palabras me tranquilizaron… Comencé ha hablar fuerte cuando me vas a follar, guarra. Sácame la polla y hazme gozar.
No tardó mucho en hacerme caso. Bajó la cremallera, metió la mano y no tardó en encontrar lo que buscaba. No voy a decir que tengo una cosa descomunal entre las piernas, pero creo que sé manejar mis 18 cm. de una forma satisfactoria, acompañados por un grosor que sí es destacable.
Cuando Elena obtuvo su fruto, la observó por un momento, acercó su cara a mi entrepierna, hizo resbalar la piel sobrante hacia abajo, dio un pequeño toque con los labios a mi capullo, luego otro con la lengua y se lanzó a devorar mi polla como una posesa. Recorría el contorno con la lengua con sucesivas pasadas y una vez ensalivada toda la extensión, empezó a metérsela poco a poco en la boca al tiempo que succionaba con fuerza.
Al principio sólo conseguía tragar la mitad de la polla, sus mandíbulas aparecían tensas por el esfuerzo, pero en cada arremetida conseguía que entrara un poco más profundo. Notaba cómo iba abriéndome paso en su garganta despacio, notaba el roce de las paredes sobre mi capullo, cómo íbamos llegando a niveles inferiores, me estaba haciendo una mamada como nunca me habían hecho y quería disfrutarla lo más que pudiera.
Finalmente, llegó con sus labios hasta la base de mi polla, permaneció allí unos segundos como signo de victoria, y fue dejándola aparecer centímetro a centímetro mientras me miraba con una sonrisa en los ojos. Se separó un poco observando su juguete, todo mojado por la faenita que estaba haciendo y duro como una roca, tanto que me proporcionaba un dolor fino, pero placentero al tiempo.
Empezó a lamer el capullo únicamente con la lengua, dibujando cada contorno, para luego comenzar a descender lentamente hacia mis huevos. Con una mano me estrujaba y me lamía los huevos, mientras con la otra me pajeaba de una forma magistral, aprovechando toda su saliva perdida por el camino. Yo estaba en el cielo, me iba a correr y no iba a poder evitarlo si seguía a ese ritmo, era imposible para cualquier hombre soportar este tratamiento sin correrse en poco tiempo.
Se lo hice saber, y me respondió metiéndose nuevamente el capullo en la boca, para mamarlo y lamerlo al mismo tiempo y provocar mi orgasmo. No aguanté mucho esa nueva acometida. Mi cuerpo empezó a convulsionarse por el tremendo orgasmo que me estaba provocando esa boca de ensueño. Advirtió el momento de no retorno, e intensificó el sube y baja de su cabeza.
No se separó en el momento de recibir la primera descarga de semen, que fue a parar directamente a su garganta, ni tampoco en las siguientes, tratando de tragar todo lo que salía de mi pene en erupción. Parte de mi leche se le escapó por la comisura de los labios, pero se encargó de recuperar lo perdido. Sólo cuando mi pobre cuerpo dejó de agitarse por el gran orgasmo que me había provocado, dejó escapar mi polla de la prisión de sus labios.
Su boca aparecía grumosa y empapada de mis jugos, pero ella no hacía más que relamerse y recoger los restos de la venida que habían quedado sobre mi aparato, mientras no dejaba de moverlo. Se la veía satisfecha y con la otra mano no paraba de acariciarse entre las piernas, donde se distinguían unas preciosas braguitas empapadas del flujo fruto de su excitación.
-¡Vaya cantidad de leche te ha salido, cariño! ¿Qué estabas toda la mañana pensando en metérmela? – Esto no ha hecho más que empezar.
Recuperando las fuerzas después de tan gran orgasmo, me levanté y la hice levantar para fundirnos en un desenfrenado beso de lujuria. Mis manos me parecían poco para recorrer todo su cuerp aprovechaba para besar y morder mi pecho, pellizcarme los pezones y sobarme la polla endurecida nuevamente.
Cuando a pesar de la dulce tortura conseguí mi propósito, aparecieron ante mí el par de senos mejor formados que haya contemplado en mi vida: eran prácticamente redondos, quizás algo erguidos hacia arriba a la altura de unos pezones rosados que invitaban a mi boca a acercarse, y a simple vista parecían totalmente naturales. ¡Qué maravilla!
A duras penas conseguí tumbarla sobre la mesa, mientras mordisqueaba su cuello, para irme deslizando lentamente hacia aquellas gloriosas montañas y sustituir mis manos por mi boca. Eran duras como piedras y mis manos se deslizaban como si fueran de mantequilla. Acerqué mi boca hacia uno de sus pezones y dejé caer mi aliento sobre él, notando una pequeña convulsión: su aureola era pequeña en relación su tamaño y ya estaba completamente erguido.
Empecé a alternar entre lamidas, succiones, mordiscos y pequeños soplos mientras mis manos se encargaban de delimitar todos los contornos de esas esferas, y notaba cómo Elena empezaba a estremecerse y a dejar escapar pequeños gemidos que alentaban aún más mis acciones. Una mano curiosa fue dejándose caer poco a poco por su estómago, presionando suavemente su bajo vientre, recorriendo muy sutilmente la parte interna de su muslo y su ingle, siempre sin llegar a tocar su sexo.
Elena estaba ya como loca y movía sus caderas intentando que me dirigiera de una vez hacia su cuevita, pero yo alargaba el momento haciéndola sufrir sólo un poco.
Su falda estaba subida hasta la cintura por lo que no dificultaba para nada mis movimientos. No la hice esperar demasiado, así que muy suavemente empecé a acariciarla por encima de su braguita. El primer contacto hizo que Elena pegara un brinco, quizás por la sorpresa, y noté cómo la prenda estaba completamente empapada de flujo. Comencé a deslizar un dedo arriba y abajo, tratando de adivinar los contornos de su sexo, y centrándome en el punto donde noté que se desarrollaba su clítoris.
Su cuerpo era un mar de movimientos, y no contento con ello, decidí avanzar un poco más en su estimulación. Me dejé caer entre sus piernas, no con cierta pena por abandonar momentáneamente esas tetas tan hermosas, y con su ayuda le quité la falda primero y su braguita después.
Su sexo era bonito, lo tenía depilado casi completamente y sólo había dejado una pequeña sombra de vello en la parte superior; sus labios externos se abrían casi por completo y dejaban ver los internos, sonrosados y mucho más delicados; y en la parte superior destacaba un clítoris erguido y desafiante que aguardaba nuevas caricias.
Mi lengua se deslizaba por la parte externa de su sexo, iniciando una depredación sutil y precisa, para luego pasar a la parte interna, completamente anegada de líquido. Traté de ir introduciéndome poco a poco en su interior, recogiendo humedad ahí por donde pasaba, dejando en mi boca un sabor entre dulce y salado difícil de explicar.
Ella no paraba de moverse, trazando círculos con las caderas, al tiempo que sus manos se pellizcaban los pezones con fuerza, intensificándose poco a poco sus gemidos en fuerza y duración. Sus tetas apuntaban directamente al techo y permanecían tan compactas como cuando las había observado con ella sentada. Me pedía más y más, y estaba dispuesto a dárselo.
Saqué mi lengua de su interior y empecé a recorrer su clítoris con pequeñas lamidas cortas que iba alargando mientras mi dedo índice hacía una pequeña incursión en su interior. Mi lengua pasó más encharcada en su flujo. Se había corrido y había sido un orgasmo brutal, pequeñas convulsiones recorrían aún su cuerpo y su respiración entrecortada parecía poco a poco tranquilizarse.
Levanté mi cara completamente empapada de su néctar, pero con mi mano seguía sobando dulcemente su conejito alargando su sensación de bienestar. Los dos nos habíamos corrido, y seguíamos estando hambrientos el uno del otro.

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